Los 26 principios que he aprendido de mis crisis: Parte II

  • 12 septiembre 2016

Hoy seguimos con la segunda parte de un artículo con el que he disfrutado mucho. No son reflexiones fáciles pero creo que necesarias.

Espero de corazón que lo disfrutéis 🙂

Os perdisteis la primera parte? No os preocupéis. Aquí la tenéis

 

  • No hay mejor maestro para aprender a ayudar a los demás que los momentos así. Sé que en artículo anterior he hablado sobre la importancia de cubrir nuestras propias necesidades. Eso no ha cambiado. Lo que también tengo claro es que una de las razones por las que vivimos, también está centrada en ayudar a los demás. Por eso es vital aprender a cubrir nuestras necesidades primero… para que lo que damos, tenga valor. Pasar por esto me está haciendo mucho más fácil trabajar. ¿Por qué? Porque es mucho más fácil sentir la empatía por el sufrimiento de los demás, y aún y todo no cargar con ella, sabiendo que el verdadero cambio se da en cada uno. Es más fácil no juzgar por lo que la gente hace o deja de hacer, porque voy aprendiendo que yo también hago y cambio ciertas cosas en mi vida cuando estoy preparada, no porque me lo repitan todos los días, y sobre todo, me permite escuchar de verdad, sin la necesidad de soltar soluciones.

 

  • No todo el mundo va a entender o respetar las decisiones que tomas, pero si es la adecuada, acepta que no estén de acuerdo y sigue adelante. Por mi profesión, llevo mucho tiempo yendo a contracorriente en muchas aspectos de la vida. Ha sido un entrenamiento vital para poder hacer lo que estoy haciendo. Haber conseguido la información necesaria para que mi neurólogo acepte lo que estoy haciendo (aunque no es algo que hubiera salido de él), que mis padres me apoyen a pesar de sus dudas, y sobre todo, pasar olímpicamente cuando la gente me mira como si estuviera loca. Eso sí… hacer lo que uno cree que es lo correcto viene con la responsabilidad de aceptar las consecuencias que tenga esa decisión.
  • Las mejores decisiones son las q tomamos con el corazón, no con la cabeza. La cabeza se nos llena de miedos y de miles de razones o excusas para no hacer lo que tenemos que hacer. En la última crisis que tuve, las consecuencias físicas fueron un poco más duras de lo habitual. Tuve una mala caída y como es lógico, me dolía el cuerpo. Ese día estuve rodeada de mucha gente que me quiere, y algunas de esas personas, ante el episodio y viendo las consecuencias, me preguntaban qué pensaba hacer. Lo primero que contesté es que no era momento de tomar decisiones. Estaba llena de dolor (físico y emocional), de miedos y dudas. Ninguno de esos sentimientos me parecen buenos motivadores, así que mi primer objetivo se convirtió en superar el día sin mas. Sentir, estar y procurar no pensar mucho ni juzgar. Al día siguiente, ya más tranquila, y sin el drama, fui una vez más consciente de que hacía lo que realmente quería. De hecho me lo pregunto cada día, siendo consciente de que tal vez cambie mi enfoque o las decisiones que tomo, pero siempre me dejo guiar por lo que siento en el corazón… no por lo que oigo decir a mi cabeza… (y eso que habla sin parar…).En los días malos, es fácil dejarse llevar por el miedo y el dolor. Espera hasta que esos sentimientos no sean los más fuertes, ten paciencia, y reconecta con el por qué de verdad.

 

  • A veces hacemos daño a la gente que queremos con las decisiones que tomamos. Esta no es fácil, porque no queremos hacer daño a nadie, pero eso no es razón suficiente para dejar de hacerlo. Creo que tenemos que tenerlo en cuenta, intenta explicar lo mejor posible por qué hacemos lo que hacemos, compartir cómo nos sentimos y permitir que ellos también sientan, compartan y tengan su propia opinión. Aunque no estén de acuerdo, será mucho más fácil que podamos contar con ellos.

 

  • Todo proceso requiere tiempo, y no hay proceso que dure para siempre. La quiropráctica está basada en 33 principios fundamentales. Para que os hagáis a la idea, hasta el final de la lista, no se habla de la columna, ni las subluxaciones ni nada. Son principios de vida, y el número 6 es uno de los más fáciles de entender y más complicados de aceptar: “Todo proceso requiere tiempo”. Obvio ¿verdad? Entonces, ¿por qué queremos todo para ayer, nos cuesta tener paciencia para dejar que las cosas ocurran a su tiempo, y esperamos que lo que queremos ocurra ya? Pues porque es un principio básico pero difícil de vivir. Si un hueso tarda 2 meses en sanar en una escayola… ¿no creéis que un cerebro tardará un poquito más en curarse? Pues eso creo yo, y por eso estoy dejando que este proceso siga hacia delante. Porque 20 años de medicación no voy a superarlos en 2 días… Como decía, no es fácil, pero es una verdad como un piano. De ese proceso yo he sacado una segunda versión: no hay proceso que dure para siempre. Hace no mucho tiempo, una de mis sobrinas se dio un golpe bastante fuerte. Lloraba desconsolada. Decidí abrazarle y dejar que llorara, y en un momento dado le dije, que a veces es un poco angustioso sentir dolor, porque parece que no se va a parar nunca, pero que estaba completamente segura de que ese dolor se le pasaría. Me sorprendió su reacción, porque me miró como dándome las gracias, y poquito a poco se fue calmando. A mí me viene bien recordarlo de vez en cuando, porque se que esto no va a ser para siempre: de una manera o de otra, porque vuelva a la medicación o porque consiga mi objetivo, sé que esto no es para siempre. ¡¡¡Bien!!!

 

  • Hay algo mucho mas grande que todos nosotros en lo que siempre podemos confiar. Para algunos de vosotros será Dios, para otros la naturaleza y para otros… pues no lo sé… algunos es posible que no creáis en nada, pero yo sé que hay muchísimas cosas que los humanos no controlamos, y aún y todo pasan cuando tienen que pasar. Me encanta trabajar con mujeres embarazadas por eso mismo: no tienen ni idea de lo que está pasando en esos 9 meses… tal vez hayan leído y aprendido sobre las diferentes fases, pero es su cuerpo el que está controlando el desarrollo de esa nueva vida, junto con ese nuevo cuerpo en formación que controla su propio crecimiento. Paraos un segundo a pensarlo. ¿no es increíble? Tenemos muchísima tecnología, sabemos mucho, pero no tanto como un cuerpo que es capaz de regular y controlar cada segundo y cada día de esos 9 meses. Si es así, y nuestro cuerpo es tan inteligente… ¿no tiene sentido confiar un poco en lo que hace, aunque la respuesta sea un ataque? Hoy voy a contar algo que he descubierto estos meses. Como os decía, teóricamente, sé que mi cuerpo es muy inteligente, y que mi trabajo es dejar que haga lo que mejor sabe hacer, pero me faltaban las “pruebas”. A finales de mayo me fui a una clínica a Atlanta, un centro que está asociado a la universidad donde estudié yo Quiropráctica, y que trabajan con lo que se llama neurología funcional. Básicamente, se trata de analizar muchísimas partes del cerebro y ver cuáles no están optimizadas, y a través de ejercicios y el concepto de neuroplasticidad (la capacidad que tiene el cerebro de cambiar, aprender nuevas cosas etc…) fortalecer esas partes. Estando allí tuve un par de crisis, y ¿sabéis qué? La suerte de haber estado allí mismo, es que permitió a los profesionales analizar esas partes débiles de mi cerebro justo después de uno de los ataques, y no sé si diría que, sorprendentemente o no, pero todas esas pruebas dieron mucho mejor que antes del ataque. Reflejos primitivos, la reacción de mis pupilas, y la fuerza de algunos de mis músculos por ejemplo, mucho mejor que el día anterior. Eso nos prueba, incluso a nivel científico si queréis, que la crisis es más la manera que tiene mi cuerpo de “resetearse”, más que el problema en sí, y nos ha ayudado a centrarnos en el por qué de esa necesidad… ahora buscamos la causa, y no sólo la manera de bloquear ese síntoma. Daros un par de segundos e integrar lo que acabáis de leer: el cuerpo no se equivoca. Sabe mucho más que nosotros, y va a hacer lo más conveniente para nosotros: ¿tiene límites? Sí. ¿Podrá con todo? No, y para eso tenemos tecnología y conocimientos para descubrir cuándo conviene actuar, pero recordad, que si nunca nos planteamos por qué esta ocurriendo realmente, nunca encontraremos la verdadera solución.

 

  • Centrarte en ayudar a los demás es muchas veces la mejor manera de salir del drama que creamos en nuestras cabezas. A veces todos tendemos al drama, y pensamos que nuestra vida es un horror. No quiero minimizar el sufrimiento que tenéis ninguno de vosotros, pero a veces un poco de perspectiva no viene mal. Refugiados, indigentes, niños en guerras, muertos de hambre… hay cosas mucho más duras que lo que nos está tocando vivir a nosotros, y ¿sabéis qué? La consulta es para mí probablemente la mejor herramienta que tengo para no entrar en drama. Intentar ayudar a los demás, ser consciente de que cada uno carga con su propia cruz y no estar centrada todo el rato en el “pobre de mí” es la mejor manera de seguir adelante y disfrutando a pesar de…

 

  • La vida es un juego y merece la pena hacer un esfuerzo y jugar cada día: conozco a muchas personas que innatamente ven la vida así y qué gusto da estar rodeada de ellas. Disfrutan, no se agobian ni agobian a los demás. Saben que con el drama, por mucho que nos quejemos o lo analicemos, no vamos a conseguir nada, y de manera natural, les sale preocuparse de lo que realmente pueden hacer y de rendirse a lo que es. Yo no soy así… pero sí que tengo que reconocer que esta vivencia y últimos meses que estoy viviendo, me están acercando más y a más a eso… a recordar que la vida es un juego… y que me toca jugar 🙂

 

  • Estar solo a veces no es fácil pero es cuando mas escuchamos lo que más necesitamos oír: tengo que reconocer que a mí hay días que me da miedo estar sola. A veces porque siento que puedo tener una crisis y a veces porque estando sola es mucho más difícil no dejarte llevar por lo que oyes en la cabeza, y esa vocecilla puede llegar a ser realmente puñetera, pero tengo que reconocer que esos momentos de soledad me están ayudando a ser consciente de muchas cosas sobre mí misma, las relaciones con los demás, mi reacción a diferentes situaciones y de pensamientos que llevo mucho tiempo bloqueando, como la culpa, la vergüenza etc. Son sentimientos humanos y los sentimos todos, pero sin tiempo para parar no tenemos tiempo para sentirlos. Tapamos y listo… más fácil ¿no? Pues ya no me merece la pena…

 

  • Nuestro mayor juez, más duro y cruel lo tenemos dentro. Aprender a perdonar nuestras imperfecciones es liberador. Un poco relacionado con el comentario de arriba. Bloqueamos cosas que vemos en nosotros, las negamos y sin darnos cuenta, cargamos con ellas mucho más… y mira que podemos llegar a ser crueles con nosotros mismos, ¿no? El encontrar el valor de sentirlas, no juzgarlas y a veces incluso de verbalizarlas… increíblemente liberador. Un coach me puso una vez un ejercicio: durante 21 días tenía que escribirme a mí misma una carta de perdón. Una carta en la que me perdonaba básicamente por todas esas cosas por las que tendía a juzgarme. Algún día compartiré las conclusiones a las que llegué, pero desde luego, fue un ejercicio liberador, emocionante y pacificador.

 

  • Rodéate de gente que entiende el por qué de tus decisiones, comparte tu paradigma de vida y empápate de su optimismo y visión. Esto es como en el deporte: el equipo es vital, y lo bueno, es que en la vida, tenemos la opción de elegir el equipo del que nos rodeamos. Yo tengo suerte, y estoy rodeada de muchísima gente, y completamente diferentes entre sí. Diferentes perfiles de personas, y no todos están de acuerdo con mi manera de vivir, pero de lo que me aseguro es de poder contar con personas en las que poder apoyarme de vez en cuando, y que me recuerdan lo que realmente quiero.

 

  • Da gracias todas las mañanas, sobre todo cuanto más cuesta. Hace casi un año, empezamos el reto de gratitud. Creé un grupo de whatsapp en el que podía entrar cualquiera que quisiera. Solo tenemos que dar gracias por 3 cosas cada día (el grupo no está pensado para contestar y crear conversaciones… sino simplemente una plataforma para poder ponerlo por escrito cada día, y recordarnos unos a otros el compromiso que hemos adquirido). Algún día preguntaré a los miembros del grupo (la mayoría ni se conocen) qué les está aportando este ejercicio en concreto. Hay personas que adquirieron el compromiso y lo han integrado como hábito… lo hacen todos los días, pase lo que pase, y otros, que como muchos de nosotros con diferentes compromisos, lo hacen de vez en cuando, cuando se acuerdan, o cuando todo va bien y no cuesta buscar razones para dar las gracias. ¿Quién creéis que se ha beneficiado más del ejercicio? Sin duda el primer grupo, y es la paradoja de la vida. Cambiar se puede, pero supone responsabilizarnos y como decía Churchill, no rendirse nunca nunca nunca. Y sé que a veces cuesta… y mucho, pero hay que seguir.

 

  • Sonríe siempre que puedas, aunque solo sea hacia adentro. ¿sabes que solo el acto de sonreír nos cambia el cerebro? Cambia cómo nos sentimos aunque la situación no está cambiando. Haz la prueba… la siguiente vez que estés cabreado… sonríe.

Aquí lo dejo por hoy. Y tenéis los 26 principios que he aprendido de verdad gracias a esta experiencia. Espero que os sirvan, o mejor dicho, os recuerden cosas que en el fondo todos sabemos.

Un abrazo enorme a todos. Y recordad: compartidlo y disfrutadlo 🙂

About This Author

Al terminar mi cuarto año de medicina tuve mi primer contacto con la quiropráctica, y al profundizar en su conocimiento encontré un nuevo sentido a todo.

Comments are closed