Mis 5 pilares fundamentales: segunda parte

  • 16 abril 2015

Hace un par de días empecé a compartir con vosotros una de las experiencias que ha marcado un antes y un después en mi vida…

Un accidente que cambio mi manera de ver la vida, mi cuerpo y mi salud y hasta mi relación conmigo misma 🙂 Pues eso, un antes y un después! Aquí os dejo el link a la primera parte de mis 5 pilares fundamentales  por si os la perdisteis 🙂

Y si os parece… seguimos. Me acababan de decir que me ingresaban…

A partir de ese momento, dejé de preocuparme por lo que iba a pasar y solo veía las oportunidades que esa experiencia podía traerme. Recuerdo a mi madre llorando preocupada por el futuro de mi consulta, y contestándole: «ama, algún día daremos las gracias por esto. Ahora estamos bien, todo va a ir bien». Recuerdo sentir de verdad que todo iba a salir bien. Confiaba en el médico que me había tocado, y en lo que me había dicho: “yo uniré los extremos de lo que está roto… el resto depende de ti”. Aquello resonaba dentro… sabía a lo que se refería. Dependía de mi cuerpo sanar en condiciones y que esa rodilla volviera a ser funcional. Estaba convencida de que mi cuerpo y mi mente podían con eso y más. Empecé a centrarme en todo lo que podía hacer para optimizar la reparación… sin darme cuenta, estaba desarrollando el “sistema salud” que ahora os presento. De las primeras cosas que hice fue pedir a un compañero mío que viniera a ajustarme. Un ajuste es lo que hacemos nosotros los quiroprácticos para aseguraros de que el sistema nervioso funciona bien. Como las vértebras son lo que protegen todos esos nervios, normalmente tocamos las vértebras. A mí, desde luego me interesaba que todos aquellos nervios que iban a mi rodilla y a todas las partes encargadas de repararme, estuvieran funcionando al 100%. Resultó ser la primera vértebra cervical 🙂 Por ahí pasan todos los nervios y esa estaba¡¡ fuera de sitio!! Hice muy bien en ajustarme, eso desde luego.

Sin darme cuenta me estaba encargando de la A (alma). Primero sentí una gran gratitud. La tercera noche de hospital viví uno de los momentos más intensos y bonitos de mi vida hasta ahora. A pesar de la incertidumbre, el dolor y todas las preocupaciones, empecé a sentir una gran gratitud por mi situación. Fui consciente en ese momento que era la única persona en el hospital que confiaba en mi cuerpo… para el resto… era cuestión de suerte, de lo bueno que fuera el médico etc… yo confiaba en algo ¡¡mucho más grande!! En una fuerza que todos tenemos dentro… una fuerza con la que me tenía que aliar. Teníamos que ser amigas… así que lo primero que hice fue sentir gratitud. Pobres enfermeras… no entendían por qué lloraba. Yo sentía gozo y verdadera felicidad… ahí en mi cama de hospital… no sabían si sedarme o darme un abrazo. Hicimos lo segundo… mucho más eficaz y más bonito. Para aliarme con esa fuerza, decidí decirle a mi mente que tenía que estar en plan positivo y nada de preocupaciones…. Pedí a mi familia folios, muchos lápices de colores y un libro de anatomía. Con la ayuda de mi hermano médico y por cierto… ,mucho más habilidoso que yo pintando,… dibujamos mi rodilla con muchos colores… todo aquello que estaba roto lo dibujamos arreglado, con colores y muy b

foto rodillaonito. ¿Sabéis por qué? Porque la mente no diferencia entre algo real y algo creado en la mente… y en vez de tener la mente preocupada por cosas malas, prefería tenerla pensando en cosas bonitas como mi rodilla arreglada… algo así 🙂

Tampoco tenía mucho hambre aquellos primeros días, pero era consciente de que mi cuerpo iba a necesitar muchos nutrientes. Decidí, sobre todo las primeras semanas, no comer la comida de hospital. Tengo que reconocer que no estaba mala, pero creo que mi cuerpo necesitaba algo mucho mejor: licuados de verduras crudas, muchísimos nutrientes, omega 3, etc… el san Jacobo con patatas no estaba mal, pero creo que lo otro me vino muchísimo mejor. Como veis, es la L de limpieza y nutrición. Para mí era importante que los mecanismos de limpieza del cuerpo (me estaban metiendo muuucha medicación) estuvieran a tope, pero no me podía mover de la cama (ahí estuve 3 semanas) lo que dificultaba la “evacuación”, ya me entendéis… así que me encargue de beber muchísima agua y de asegurar poder ir a diario… las toxinas salen por ahí… vaya novedad 🙂

Empezamos con la U: mucho ejercicio no podía hacer. Estaba tumbada en la cama… pero sí podía mover unos músculos que ayudan a estabilizar la rodilla… aunque doliera un poco… me dijeron que era bueno y podría evitarme una segunda operación… le dimos pero bien. Los primeros días tuve un poco de parálisis del pie así que tuve que centrarme en recuperar eso también…. Así que a mi manera, ejercicio hice 🙂

D de descanso: creo que lo más importante es que me di cuenta que tenía que descansar la cabeza. Dormía bien (siempre y cuando mis “compañeras de habitación” me lo permitieran) pero al principio, ilusa de mi, creí poder aprovechar todas esas horas muertas en el hospital leyendo y traduciendo todos esos artículos de investigación que quiero compartir con vosotros, podía escribir artículos, leer libros… mi cuerpo me dijo que no… a veces no seguía ni la tele. No podía… justo justo escribí una carta muy personal para todos los pacientes, y me mantenía comunicada con el exterior vía Facebook y skype. Ahí escribía mis preocupaciones, mis miedos, mis sensaciones… lo demás, simplemente estaba… la mente necesitaba que ahorrara fuerzas. Toda mi energía tenía que estar con la rodilla.

Todo esto no lo hice consciente. Mi cuerpo me guió. Simplemente me dejé llevar. Contado así parece que todo fue maravilloso y que saltábamos de alegría a diario… para empezar, yo no saltaba porque no me podía ni mover de la cama, y para seguir… hubo momentos malos, de dolor, de preocupación, de mal humor… pero lo más importante es que los viví como lo que son: momentos que vienen y se van, como en la vida misma. No me paraba a pensar en las preocupaciones. Simplemente estaba preocupada. Que estaba triste…. No intentaba quitarme la tristeza… lloraba y listo. Vivía cada momento como lo que era: el presente, un regalo, y el único momento que existe. El resto, ya se vería…

Tuve muchísima suerte. Una familia maravillosa, unos amigos de envidiar y unos compañeros de profesión que me hicieron sentir todavía más orgullosa de la profesión en la que estoy. Algunos lo dejaron todo, vinieron de Atlanta dejando familia y trabajo, para cubrirme la consulta y permitir que siguiera abierta… eso no lo he visto en muchos sitios, la verdad.

Esta experiencia me sirvió para darme cuenta de que yo no tenía que hacer nada mas que dejar que pasara lo que tenía que pasar. ¿¿Os acordáis del post de la nuez?? Si no lo habéis leído hacedlo ahora.

Yo sabía que no tenía nada más importante que ayudar a mi cuerpo. Bueno, más que ayudar, permitirle que hiciera lo que ya sabía que tenía que hacer. Quitarle lo malo y darle todo lo bueno… no había otra manera. Aceptación de la situación, rendirme a lo que es (en vez de estar esperando que sea otra cosa) y centrarme en crear ese espacio donde ocurre la magia 🙂 así de fácil. Jajajaaj… fácil es posible que no fuera, pero sencillo sí. Tan sencillo que parece milagroso, mágico o hasta mentira. Pues no. Es lo que es, y aunque no seas consciente, ocurre cada segundo, cada minuto y cada hora de cada día. Párate a pensar: se consciente de tu corazón… ¿¿no está latiendo?? Si te cortaras en este momento… ¿no se empezaría a cicatrizar? Mira una flor… ¿¿no está creciendo?? ¡Todo está en movimiento! ¡TODO! Mi único trabajo era asegurarme que siguiera en movimiento. No frenarlo con miedos, preocupaciones, interferencias en el sistema nervioso y un largo etcétera.

Cinco años después, después de escuchar cosas como “no sabemos si vas a poder andar”, “esta lesión solo la hemos visto en dos ocasiones en este hospital”, “no daba un duro por tu rodilla”, y cosas de ese estilo, puedo decir que yo y el resto de profesionales que ven mi rodilla se sorprenden de lo bien que estoy. Claro, no solo fueron dibujitos y tomar licuados. Fue un año de rehabilitación… meses en silla de ruedas, muletas, esfuerzos, desmayos por dolor en rehabilitación, una segunda operación y un largo etcétera… pero siempre siempre siempre siguiendo los principios de SALUD. No tengo ni duda de que el cirujano hizo una labor impresionante. Tengo toda la gratitud del mundo por las fisioterpeutas que me ayudaron a recuperarme y que lloraban conmigo en algunas sesiones al compartir mi dolor, y todavía quiero más a mis amigos que me mimaron y me “sacaron” a pasear como a una niña (imaginaos una chica de sidrería en silla de ruedas jajaja) pero una cosa tengo clara… todo eso no hizo más que ayudar y apoyar lo que YA tenía dentro. La fuerza que todos tenemos. La energía que tiene el cuerpo para curarse, salir adelante y salir de situaciones demostrándonos cada día de lo que es capaz. Solo había que creer que estaba, que podía y dejarle salir… a eso me refiero con crear el espacio. Así de sencillo 🙂

 Comparto con vosotros 3 fotos.

17862_266950040431_1870935_nUna en mi segunda semana de ingreso. Feliz. Estaba donde tenía que estar haciendo lo que tenía que hacer… nada más.

 

 

 

 

foto silla

La segunda el primer día que me dejaron sentarme en silla de ruedas. A la tercera semana… un poco mareada sí, pero super feliz por¡¡¡ poder moverme arriba y abajo del pasillo!!! Era feliz 🙂

 

 

 

foto de pieLa tercera… haciendo un poco de turismo. La primera vez que me puse de pie… sobre una pierna solo… unos segundos nada más, para hacer la foto 🙂 la silla me esperaba a medio metro. No aguanté mucho más que unos segundos pero qué sensación más bonita!! Estaba de pié!

 

Todo es relativo. De todo se puede sacar algo bueno y yo os puedo decir que de esa experiencia saqué muchísimas cosas buenas. Sea lo que sea que me depare el futuro… sé que ahora soy mucho más fuerte y mucho más consciente de la suerte que tenemos 🙂 Si eso no es de agradecer….

 

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About This Author

Al terminar mi cuarto año de medicina tuve mi primer contacto con la quiropráctica, y al profundizar en su conocimiento encontré un nuevo sentido a todo.

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