¿Quieres ayudar?

  • 14 diciembre 2017

A todos nos gusta ayudar. Hace poco escribí un post sobre las necesidades básicas de todo ser humano; sobre las cosas que necesitamos para ser felices, y entre ellas se encuentra, sin lugar a dudas, sentirnos útiles y ayudar.

Lo complicado a veces es saber cuál es la mejor manera.

Cuando nosotros somos los que necesitamos ayuda, nos damos cuenta de que los consejos no son siempre bien recibidos (porque si no los hemos puesto en marcha no es porque no los conozcamos, sino porque por la razón que sea, no hemos sido capaces), porque a veces nos llegan comentarios que resultan “vacíos”, frases hechas y un largo etc…

Sugiero otra manera de ayudar. Sugiero no buscar “la frase mágica” que no tengo muy claro que exista, y simplemente ayudar como creo que nos gustaría a nosotros que nos ayudaran.

Siendo el “ayudador”, esto no resulta nada fácil, lo reconozco, pero creo que merece la pena probarlo.

Primero se trata de identificar de qué se trata:

  • Poneros en una situación en la que en algún momento hayáis necesitado consuelo. Seguro que os habéis topado con alguien que transmita cierta tranquilidad. Simplemente estando con ella, hablando o tal vez mirándole a los ojos… lo que sea. Son personas que transmiten serenidad y que de alguna manera nos la contagian. El dolor no lo quitan, nadie puede, pero sin duda nos ayudan al contagiarnos de esa paz.

 

  • Ahora nos toca convertirnos en esa persona que contagia la serenidad para poder ayudar al que tenemos delante 🙂 ¿cómo?
    • lo primero entendiendo que no depende de nosotros que esa persona deje de sufrir. Ojalá 🙂 pero la verdad es que no es cosa nuestra. Pero sí podemos allanarle el proceso y acompañarle.
    • para contagiar la serenidad, primero tenemos que tenerla nosotros, así que como siempre, primero tenemos que generarla desde dentro. El foco, una vez más, en nosotros. Respirar, meditar, centrarte en ti, en lo mucho que quieres al que tienes delante… lo que sea, pero primero vas tú. Es un poco como lo de la mascarilla de oxígeno en los aviones. Primero te la pones tú antes de ayudar al que tienes al lado… si no ninguno de los dos se beneficia.
    • escucha, siente y mira. No hace falta que digas absolutamente nada. Esto, al menos para mí que me gusta y tiendo a hablar mucho, es lo que más me cuesta. Acuérdate de lo poco que ayuda lo que la gente te dice y recuerda que lo que más te ayuda es su presencia, un abrazo y lo que te transmiten
    • olvídate de buscar la “frase mágica”, y simplemente dales lo único que puedes darles tú y que nadie más puede: a ti mismo y tu presencia. Estate allí, dales la mano, y si quieren, dales un abrazo. Si no quieren, pues nada. Se trata de ellos, no de ti 🙂

P.D.: para conseguir esa serenidad, a mí lo que más me funciona es la respiración. Es decir, centrarme en ser consciente de cómo respiro, estar lo más estable que puedo y no dejarme llevar por la cabeza etc… poco más 🙂 Hacer lo que puedo… ¿qué más queda?

Haz la prueba 🙂 A ver qué tal nos va a todos 🙂

About This Author

Al terminar mi cuarto año de medicina tuve mi primer contacto con la quiropráctica, y al profundizar en su conocimiento encontré un nuevo sentido a todo.

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