Lecciones de un viaje en moto

  • 5 octubre 2017

Hasta ahora no había descubierto mi lado motera, pero tengo que reconocer que me ha encantado. Acabo de pasar 10 días recorriendo el norte de Cerdeña en moto… eso sí, de paquete, vamos, que no conducía.

Surgió la oportunidad en Marzo y sin pensarlo demasiado, dije que sí. En menos de una semana ya tenía casi todo el equipamiento que necesitaba 🙂 y poco a poco, y a lo largo de varias salidas de fin de semana, me fui preparando.

Tengo que reconocer que me daba un poco de pereza… no conocía a todo el mundo (éramos 8), no estoy con muchas ganas de juerga después de la muerte de mi padre, y cómo no, era un viaje en moto de muchos kilómetros, a lo que sin duda, no estaba acostumbrada. Tanta preocupación y pereza me hizo olvidarme de la suerte que suponía la posibilidad de hacer el viaje, así que como pude cambié el chip y decidí dejar de quejarme 🙂 Vamos, que procuré ser consciente de que los problemas esos surgían porque me iba de viaje, y eso ya era una gran suerte 🙂

Durante este viaje, la convivencia con un grupo de personas a las que quiero y a las que he llegado a conocer, he descubierto y re-descubierto cosas que me han venido muy bien recordar, así que ahí van:

  • Cada persona que tienes delante tiene su propia mochila. Unos lo vivimos más abiertamente que otros, pero todos cargamos con algo.
  • Cuanto más te permites ser quien realmente eres, con lo bueno y con lo malo, más le permites a quien tienes enfrente ser quien realmente es. Creas un espacio que solo se puede crear desde esa aceptación.
  • Algunos necesitamos un abrazo, otros silencio.
  • A veces nos toca decir lo que llevamos dentro, aunque al de delante no le guste; a veces nos toca callar… y lo difícil a veces no es decirlo o no decirlo, sino saber cuándo decirlo y cuándo callarlo.
  • Como solía decir mi madre: «yo con Clinton no tengo problemas», y por supuesto se refería a que los problemas surgen con las personas con las que más tiempo pasamos y con las que más confianza tenemos.
  • Estar con uno mismo en silencio es una gran terapia. En moto íbamos conectados y con la posibilidad de hablar unos con otros. Lo bueno de la tecnología es que se puede apagar, y a veces, el simple hecho de apagarla, quedarme en silencio, llorar, reír y hasta cantar, era exactamente lo que necesitaba.
  • Reír hasta que duele la tripa es posible que no solucione nada, pero cuando pasa, hay que aprovecharlo cada segundo.
  • De cada persona se puede aprender algo, y si estamos abiertos, podemos hasta descubrir partes nuestras que tenemos muy escondidas.
  • A veces hace falta una buena conversación en una moto para que alguien te haga una pregunta que no sé yo si tiene respuesta… y todo esto… ¿para qué?

En este viaje he hecho de todo. Hablar, llorar, reír, y cómo no, hasta hablar de quiropráctica. Ha sido un viaje intenso, como la vida misma. He disfrutado de paisajes que quitan el aliento, me he mojado hasta los huesos en la moto y me he perdido por las carreteras de Cerdeña…

La vida es así de intensa… nos mojamos, nos perdemos, nos reímos, lloramos… conocemos gente, nos seguimos descubriendo, nos equivocamos, y seguimos aprendiendo… 

Eso sí, si de vez en cuando recordamos el porqué de todo lo que hacemos, seguro que encontramos la fuerza que a veces hace falta para seguir disfrutando de las muchas oportunidades que aparecen cada día. 

 

Un abrazo enorme a todos, de corazón a corazón

Ana

About This Author

Al terminar mi cuarto año de medicina tuve mi primer contacto con la quiropráctica, y al profundizar en su conocimiento encontré un nuevo sentido a todo.

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