¿Por dónde empiezas?

  • 2 febrero 2017

Hace un par de días, un compañero mío me escribió para pedirme opinión sobre un paciente suyo. Un niño pequeño que acaba de tener su primer ataque epiléptico. Como sabe que sé algo del tema por pura experiencia, decidió comentarlo conmigo.

Decidí compartir con él mi visión de lo que he pasado yo y la verdad, creo que es aplicable a toda enfermedad.

Lo generalizo porque la enfermedad, sea la que sea, creo que tiene la misma causa de fondo. Algo ha dejado de funcionar como debe, y como consecuencia, los síntomas. Los síntomas varían, y los catalogamos con diferentes  diagnósticos, pero de fondo sigue estando lo mismo: disfunción.

La mayoría de nosotros ponemos toda la energía en los síntomas, el nombre, el diagnóstico, y muchas veces olvidamos pensar en esa causa. No nos preguntamos por qué, ni reflexionamos sobre si podríamos hacer algo para arreglar esa causa.

A veces se puede, y a veces no, y nos aparecen varias opciones. El orden creo que es lo realmente importante: no empezar por el final.

Como primera opción, creo que deberíamos intentar que el cuerpo recuperase su función. Ir a la causa. Si algo ha dejado de funcionar, solo hay una manera de ayudar al cuerpo. Independientemente del síntoma, el objetivo sigue siendo el mismo: darle al cuerpo lo que necesita y quitarle lo que le hace daño.

Ahí entran la Quiropráctica (como optimización del Sistema Nervioso, que por cierto es el sistema que controla el resto). Es como cambiar u optimizar el sistema de cableado de nuestra casa para sacarle el mayor rendimiento a nuestros electrodomésticos. Aquí también entran la comida adecuada, el descanso, el ejercicio y buenos hábitos de vida. No es que estas cosas nos curen en sí, sino que todo esto es necesario para que el cuerpo haga lo que mejor sabe hacer: regenerar, reparar y curarse. Es posible que os sorprenda que el cuerpo tenga esa habilidad, pero la tenemos. Es lo que yo llamo curarse desde dentro. A veces esto no es suficiente. A veces el cuerpo necesita ayuda y con eso entramos en la segunda opción.

 

La segunda opción supone ayudar al cuerpo desde fuera. Lidiar con los síntomas, pero de manera natural. ¿Y si pudiéramos aliviar nuestros síntomas sin efectos secundarios? Aquí entran los masajes, los suplementos, homeopatía, los naturópatas etc…

Sigue siendo curarse desde fuera y seguimos centrados en el síntoma, pero es una opción más saludable. Lo que llamamos terapias alternativas. Hay personas que utilizan la Quiropráctica así. Cuando algo les duele, cuando estás con gripe, etc… Nuestro objetivo no es tratar problemas, pero lo bonito es que la gente mejora al ayudarle al cuerpo a funcionar mejor.

 

Ahora nos toca hablar de la tercera opción:

A veces las dos primeras opciones no son suficientes y la verdad es que tenemos la gran suerte de vivir en países con tecnología avanzada y con posibilidades de tratamientos médicos eficaces. ¿Con efectos adversos? Sí, pero a veces hace falta. Realmente no nos ayudan a funcionar mejor, pero alivian nuestros síntomas y como decíamos, a veces eso hace falta.

 

¿Cómo sabemos entonces qué hacer?  Creo que lo primero es saber qué nos pasa y mantener la mente abierta, y por supuesto, decidir qué es lo que buscamos. Quitar los síntomas e ir a por la causa y centrarnos en no sólo sentirnos mejor, sino en aumentar nuestra salud. La relación beneficio-riesgo también creo que es vital. Una operación a corazón abierto es peligrosa, pero si mi corazón se ha parado, el posible beneficio está claro que es mayor que el riesgo que supone.

¿Reflexionamos un poquito? Ahí van un par de preguntas que merece la pena hacerse…

  • ¿no creéis que merece la pena siempre analizar las 3 opciones?
  • ¿nos planteamos el verdadero riesgo de lo que me pasa y si merece la pena empezar con la opción 3 sin tener en cuenta los posibles riesgos?
  • ¿alguna vez os habéis preguntado por qué nos pasa lo que nos pasa?

Hay una buena noticia, o eso creo yo: muchas veces simplemente con la opción 1 valdrá, a veces no, pero incluso si optamos por la tercera opción, herramientas como la Quiropráctica o cualquiera de las opciones 1 y 2 siguen estando presentes para ayudarnos en el proceso. ¿Por qué no combinarlas? Solo sugiero no empezar por el final, ni matar moscas a cañonazos, que es lo que hacemos la mayoría de las veces. Mantened la mente abierta, contemplad otras posibilidades que tal vez no conocíais o que ni sabíamos que teníamos.

Al fin y al cabo se trata de nuestra salud y es de las pocas cosas que no se pueden comprar. Las enfermedades son multifactoriales, es decir, tienen muchísimas causas. Sobre algunas tenemos un cierto control, sobre otras la verdad es que no. ¿Qué tal si nos centramos en lo que sí podemos cambiar? Aquí os dejo un artículo que escribí sobre el tema y que merece la pena leer de vez en cuando para recordarlo 🙂

Muchas enfermedades están yendo a más a pesar de la tecnología y los avances. Tal vez sea el momento de cambiar de estrategia. No la sociedad, ni la medicina… sino nosotros. Empezar a hacernos unas preguntas un poco diferentes.

Un abrazo a todos especialmente a aquellos que más lo necesitan 🙂

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