Hoy nos toca un tema un poco sensible…
Es un tema al que antes o después todos nos tenemos que enfrentar. Parte de la vida, algo natural, y para lo que no se nos prepara nunca. La muerte.
Nadie queremos hablar de esto pero ojalá se viera como algo mucho más natural. Pocas cosas hay tan seguras en la vida como que todos vamos a acabar igual… antes o después, de una manera o de otra… todos vamos a acabar igual. ¿Por qué es entonces un tema tabú?
No tengo la respuesta pero sí creo que se nos mezclan muchos sentimientos, muchos pensamientos y que no favorecen el ver el proceso como algo natural.
La verdad es que todos vamos a morir. Algunos jóvenes, otros viejos, pero así es, y por mucho que lo neguemos o lo juzguemos como injusto, así va a ser.
En muchas otras culturas se celebra la muerte como un rito de paso hacia otra vida. No es el fin… es una transición. Muchos de nosotros creemos que después de esta vida hay algo más, así que de alguna manera tampoco lo vemos como el final.
¿Sabéis dónde veo yo uno de los problemas con este tema? Que creo que nos engañamos a nosotros mismos, y creemos que sufrimos por el que se va… nos da pena, que si joven, etc… pero en realidad lo que nos cuesta admitir es que sufrimos por nosotros. Nos surgen los miedos por no volver a ver a determinada persona, nos empezamos a plantear si nuestra vida tiene sentido y un largo etc… de sentimientos que se despiertan con todo este proceso. ¿Por qué nos cuesta reconocerlo? No lo sé… A mí me parece natural echar de menos a alguien, llorar y sufrir el luto… pero para sentir todo eso hace falta valor… mucho valor. Estar dispuesto a mostrar la vulnerabilidad y enfrentarnos a nuestros propios sentimientos sin intentar taparlos…
Ya sé que es un tema desagradable, pero hoy quiero compartir con vosotros un texto que me llegó en su día, que me ayudó cuando más lo necesitaba y que comparto con todo aquel al que creo puede ayudar…
Ahí va:
NO HAY MUERTE
«Estoy de pie, a la orilla del mar.
A mi lado, una lancha abre sus velas
a la brisa matutina y parte hacia el gran océano.
Esa lancha es un conjunto de hermosura y fortaleza.
Me quedo observándola por algún tiempo
hasta que al final parece ser tan solo
un punto blanco que se confunde con las nubes,
allá donde el mar y el cielo se encuentran.
Entonces, alguien se me acerca y dice «ya se fue»
Y yo respondo:
«No se fue, lo perdimos de vista, eso es todo.
Pero sigue siendo hermosa y fuerte,
como era cuando estaba a nuestro lado.
Su tamaño disminuido está,
pero solo ante nuestros ojos».
Y en el preciso momento en que alguien me dice:
«Ya se fue»,
hay muchos ojos más allá
que lo ven llegar y muchas voces
que jubilosamente exclaman:
«¡Ya llegó!»
A ese instante, lo llamamos:
MORIR»
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