Eres más fuerte de lo que crees

  • 9 diciembre 2016

Es la segunda vez que escribo este artículo porque cuando estaba a punto de publicarlo, se me ha borrado todo. Vaya rabia… en fin, seguro que esta segunda versión es mucho más completa 🙂

Hoy quería hablar de algo que me ha ayudado mucho en estos últimos meses, y estoy tan contenta de haberme dado cuenta que quiero de verdad compartirlo con vosotros y deseo que podáis usarlo en vuestro día a día.

El cuerpo humano es una máquina perfecta. Tiene límites, como casi todo, pero está diseñada para repararse, crecer y seguir avanzando. Os recuerdo esto porque creo que a veces lo damos por hecho, y tendemos a centrarnos en esas partes, normalmente mínimas, que dejan de funcionar, generándonos dolores, problemas y sufrimiento. Ya sean dolores de cabeza, de rodilla o enfermedades un poquito más serias, todos tendemos a reaccionar con preocupación, miedo y hasta desesperación. No sé si es lo normal o no, pero desde luego es lo habitual. La cuestión no es si es normal o no, creo yo, sino si somos conscientes del efecto que eso tiene en nuestra fisiología, y sobre todo, si somos capaces de cambiar y no reaccionar de esa manera… y la respuesta para mí es clarísima: SÍ. Y si yo he podido no tengo ni duda de que vosotros también 🙂

 

La mente tiene un efecto muy fuerte en nuestra fisiología. Un ejemplo bastante claro: imaginad que os ponen delante de mil personas para dar un discurso. La mayoría de nosotros reaccionaríamos con nerviosismo, ¿no? Algo que “todavía” está en la mente, pero que tiene un claro efecto en el cuerpo: nuestro pulso se aceleraría e incluso se nos revolverían las tripas. Creo que no hace falta que entre en detalles sobre esto, pero lo que sí está claro es que lo que pensamos afecta a nuestra fisiología.

 

Nuestro organismo tiene un mecanismo de supervivencia implacable: nuestro sistema nervioso simpático, comúnmente conocido como la respuesta del estrés. Está diseñado para permitirnos sobrevivir ante situaciones peligrosas. El típico ejemplo que se usa para explicar la respuesta del simpático, es lo que ocurre a una gacela cuando tiene un león detrás. Son todas esas respuestas que nos permiten escapar y sobrevivir a la situación en cuestión. Es una respuesta inteligente pero que no está pensada para durar mucho tiempo, porque inhibe las reacciones del cuerpo diseñadas para reparar, curar y que nos permiten crecer. Esas respuestas dependen de lo que se llama el sistema nervioso parasimpático. Las dos son necesarias y el cuerpo, de una manera involuntaria, activa una u otra, dependiendo de las necesidades del momento. Ante situaciones de estrés, se activa el simpático y cuando desaparece el estrés, se activa el parasimpático para reparar los posibles daños y poder seguir creciendo y avanzando.

 

Es posible que todo esto no os resulte nuevo, pero lo que tal vez no sepáis es que el cuerpo no distingue si una situación es peligrosa de real o no. Reaccionamos igual ante un león de verdad que ante la idea de tener un león detrás. Así de potentes son los pensamientos.

 

¿Por qué he decidido hoy hablar de esto? Porque la mayoría de nosotros reaccionamos con preocupación, miedo y angustia ante los problemas de salud que tenemos, sin ser conscientes de que esas mismas preocupaciones están inhibiendo esos sistemas de los que precisamente dependemos para curarnos. Algunos porque no podemos pensar de otra manera, otros porque creemos que preocuparnos es lo que nos hace buscar soluciones y otros porque de una manera inconsciente somos adictos al drama que nos rodea… Independientemente de la razón que nos mueva a preocuparnos, estamos interfiriendo de una manera activa en ese proceso de reparación que tan bien está diseñado.

 

La solución pasaría por activar el sistema nervioso parasimpático y permitir que el cuerpo haga su trabajo. Suena fácil, ¿verdad? Sencillo desde luego es, pero fácil creo que no tanto, y esa es la razón principal por la que escribo hoy este artículo… porque el proceso que estoy viviendo me ha ayudado a descubrir herramientas fáciles de aplicar que sabemos que activan el parasimpático.

 

La más potente desde mi punto de vista es el ajuste quiropráctico, y es una de las razones por las que dejamos descansar a la gente después de un ajuste y por las que la gente nos cuenta que se relajan en la consulta, descansan mejor etc… No voy a entrar en más detalles sobre los ajustes, y si queréis más información, no tenéis más que pedírmela.

 

Hoy quiero compartir una herramienta igualmente potente que todos podemos usar a diario, y es precisamente nuestra cabeza y su uso inteligente. La mente, como hemos dicho antes, es potente, y tiene la capacidad de ponernos nerviosos independientemente de que haya razones reales o no, pero también tiene la capacidad de activar ese parasimpático. Hay muchas cosas de nuestro cuerpo que no podemos controlar directamente, pero lo que pensamos creo que no es una de ellas.

 

La mayoría de nosotros reaccionamos y pensamos de una manera condicionada. Si siempre nos hemos preocupado ante un dolor, seguiremos reaccionando de la misma manera de una manera inconsciente… como si estuviéramos programados para pensar en lo mismo. Esta programación la tenemos la mayoría instaurada en nuestra cabeza desde que somos niños, pero aquí vienen las buenas noticias… se puede cambiar. El pensamiento positivo sólo no vale porque no conseguimos cambiar los patrones que tenemos tan arraigados, pero sí hay maneras de cambiar, y eso es lo que quiero compartir hoy con vosotros.

 

Se trata de crear una nueva respuesta condicionada, un nuevo hábito, a pesar de los dolores o enfermedades que tengamos, y permitir que ese parasimpático se active para optimizar nuestra recuperación, e incluso nuestra respuesta a un tratamiento si hiciera falta.

 

¿Cómo?

  • lo primero es ser consciente de la programación y condicionamiento que tenemos. Ser capaces de ver “como desde fuera” que nuestra respuesta condicionada es la de preocupación, nerviosismo etc…
  • y luego ser capaz de intercambiar esos pensamientos por otros que generen una respuesta que fisiológicamente nos ayude un poquito más.

Para explicaros esto de una manera más clara, voy a contaros cómo lo he vivido yo estos últimos meses.

Por el proceso que estoy viviendo con las crisis, últimamente la gente me pregunta mucho sobre cómo me encuentro. Una pregunta a priori inocua: ¿Qué tal estás? Y que por supuesto me demuestra lo que la gente me quiere y su interés, pero que desgraciadamente me hacía centrarme en las crisis, en si había tenido espasmos o no, y en esa parte de mi cuerpo que todavía no está sanada del todo. La pregunta en sí no es el problema, pero sí mi reacción a ella. No conseguía nada bueno. Y con el tiempo, y después de ser consciente de cómo reaccionaba y en lo que pensaba, decidí cambiar y generar otra respuesta condicionada. Teniendo en cuenta que quería sentir algo que me ayudara y que tuviera suficiente potencia, decidí centrarme en la gratitud (creo que es una de las emociones más fuertes, junto con el amor). Creo que no se puede sentir de verdad gratitud y no sentir los beneficios en ese momento. La gratitud en mi caso es por todas esas partes de mi cuerpo que sí están funcionando como deben (miles de ellas). Me recuerdo que a pesar de que algunas cosillas fallan, sigo viva, con capacidad para andar, mi corazón late con fuerza, mis defensas me protegen constantemente y sigo digiriendo lo que como de una manera eficaz. Y así, con un montón de cosas que normalmente doy por hecho.

 

Lo bonito de esto es que he convertido una pregunta que antes me generaba estrés en un momento en el que me hago consciente de lo que sí está bien, me genera alegría y como consecuencia, se activa mi parasimpático, vital para que el proceso de recuperación siga su curso. Dejo de preocuparme, aunque solo sea unos segundos, y simplemente eso, ya me hace la vida más fácil.

 

Es posible que te parezca tan sencillo que no te creas que funciona, pero te invito a probarlo. La siguiente vez que te duela la cabeza, una rodilla, estés con gripe o te diagnostiquen alguna enfermedad, haz el esfuerzo de ser consciente y de agradecer lo que va bien.

Pregúntate:

  • ¿qué está haciendo mi cuerpo ahora?
  • ¿qué está funcionando perfectamente?

Céntrate en esas partes de tu cuerpo que sí funcionan y que a pesar de lo que estés sufriendo, te están manteniendo vivo un día mas.

Con ese pequeño esfuerzo estarás afectando directamente a tu fisiología. Así de fácil. En ese momento, aunque solo dure unos segundos, tu fisiología habrá cambiado. Con el tiempo, con repetición, serás capaz de crear un nuevo hábito, de la misma manera que los pensamientos anteriores se convirtieron en hábitos porque los repetiste una y otra vez. Ahora la gran noticia es que tú puedes decidir lo que se convierte en tu respuesta condicionada.. Así de fuertes somos.

 

Los hábitos se aprenden, pero también se desaprenden. Sólo tenemos que prestar un poco de atención y empezar a pensar en lo que sí va bien, en vez de centrarnos en lo que falla, como si eso fuera parte de la solución.

 

Ya os dejo. Hoy es un poquito más largo, pero me parece un tema realmente vital, y que espero entre todos seamos capaces de cambiar.

Un abrazo de corazón y mis mejores deseos. No olvidéis nunca lo importantes que sois, la fuerza que tenéis, y las innumerables posibilidades que surgen cuando abrimos nuestro corazón y nuestra mente.

 

Ana

About This Author

Al terminar mi cuarto año de medicina tuve mi primer contacto con la quiropráctica, y al profundizar en su conocimiento encontré un nuevo sentido a todo.

Comments are closed