Los héroes en el silencio

  • 21 septiembre 2016

Hace 18 años decidí hacerme voluntaria de Cruz Roja. Por aquel entonces empezaba a estudiar medicina y me gustaba la idea de ayudar a la gente, aprender cuanto más posible y no os voy a mentir: lo bien que lo pasábamos en las guardias y cubriendo diferentes eventos.

Descubrí una parte; la parte del sanitario. Las horas invertidas, el compañerismo, los malos momentos cuando vivíamos las emergencias más duras con finales no tan felices, y por supuesto, el subidón de adrenalina cuando sabes que has ayudado a la gente.

Yo ya era consciente de la importancia de tratar a los pacientes con cariño, empatía y paciencia. A veces salía y a veces no.

Hoy quiero aprovechar para compartir un poquito más de ese mundo, de ese lado, y para eso, cuento con los grandes amigos que se dedican a eso, que lo han compartido conmigo. La mayoría no somos conscientes de su día a día, y espero que este artículo os acerque un poquito más a un grupo de gente, que la mayoría por vocación, han decidido dedicar su vida a cuidarnos a los demás.

Primero compartiré con vosotros algo mucho más personal. Una perspectiva que no me había tocado vivir hasta ahora y que últimamente por las circunstancias que vivo, he tenido la oportunidad de descubrir: la perspectiva del paciente. Cuando hacía guardias de voluntaria creía que entendía por lo que pasaban las personas, pero ahora me doy cuenta que es difícil entender ciertas cosas hasta que no se viven.

En los últimos meses he tenido 5 encuentros con la ambulancia. Mis amigos y familiares saben que si me pasa algo, no hace falta llamar a nadie, y que lo mejor que puedo hacer es irme a mi casa a descansar: lo mejor para recuperarme y donde más cómoda estoy.

A veces no tengo la suerte de estar rodeada de nadie que me conoce, pero sí he tenido la suerte de estar rodeada por gente de la calle que han superado el miedo y susto del momento y han decidido ayudarme; y por supuesto, llamar a la ambulancia.

De las primeras cosas que me he dado cuenta y soy consciente de lo básico que parece, es que nadie llama por gusto. El susto que se dan las personas que no saben lo que me pasa es monumental. Parece básico, pero muchas veces me da rabia que la gente llame, y no me viene mal entender su visión.

Reconozco que nunca recuerdo mucho de lo que pasa, pero de lo que sí me he dado cuenta es de lo que se agradece la paciencia, una sonrisa y un trato agradable. No cuesta tanto, o eso creo yo, y ayuda muchísimo.

Son momentos de gran vulnerabilidad, se pasa vergüenza, uno no se encuentra bien, y lo peor para mí es la sensación de no recordar los últimos 15 minutos. Te sientes expuesto, y como decía antes, muy vulnerable, y que en ese momento alguien haga el esfuerzo de sacar su lado bueno marca la diferencia. La verdad es que en esta situación y en la vida en general. ¿Cuántas veces nos encontramos con amigos que lo están pasando mal? Es posible que lo entendamos o no, pero ¿sois conscientes de lo fácil que resulta escuchar, tratar de comprender y acompañar el que tenemos delante?

 

Me imagino que como casi todos, sabéis lo que es la incertidumbre y el miedo. Es posible que cuando uno tiene un susto como los que tengo yo, la incertidumbre y el miedo sean un poquito más intensos, pero son sentimientos que están a la orden del día. Tal vez sensaciones desagradables, pero parte de lo que nos hace seres humanos.

 

En ese momento nada ni nadie puede eliminar esa incertidumbre ni cargar con tu miedo, pero la presencia de una persona compasiva, tranquila y con una sonrisa en la cara te ayuda a sacar la fuerza que muchas veces solo sale en esos momentos duros. Otro gran recordatorio para mí, porque a veces, por no entender los miedos de los demás, los ridiculizamos o intentamos solucionar aunque no sepamos cómo y creo que lo mejor que podemos hacer muchas veces es simplemente estar, ayudar a llevar esa carga con una sonrisa y hacer sentir al que tenemos delante que no están solos, aunque solo sea durante 5 minutos.

Una de las cosas más bonitas que he vivido en estas ocasiones han sido descubrir que estas vivencias muchas veces sacan lo mejor de las personas. Gente de la calle que no te conoce de nada se para a ayudarte; trabajadores de las cafeterías en las que me ha pasado un par de veces han dejado de hacer lo que estaban haciendo para ayudarme, se han ofrecido a acompañarme y los días posteriores se han interesado por mí y han hecho el esfuerzo de procurar llenar los huecos que me quedan. No tengo elección sobre si vivir el momento o no, pero si tengo elección sobre cómo lo vivo, y de momento, solo puedo decir que me ha ayudado a conectar más con determinadas personas a las que conocía y que me ha unido mucho más a amigos y familiares.

 

Los sanitarios me suelen decir que es su trabajo, y eso ya lo sé, pero la gratitud que siento por las diferentes personas que me han atendido en los últimos meses es inmensa. Por un lado, porque me han facilitado mucho el proceso y porque me han ayudado a recordar el impacto tienen pequeños detalles.

A mí también se me hace raro cuando la gente en la consulta me da las gracias. No trabajo por eso ni voy buscando aprobación, pero ahora entiendo lo que esos pacientes sienten y la necesidad de agradecer lo que hacemos. Dar las gracias cuando se siente de verdad creo que es vital y muchas veces no lo hacemos por vergüenza o por el qué dirán, y es una pena. El mundo iría mejor si todos fuéramos capaces de dar las gracias por todo lo que hacen los demás por nosotros en vez de lo que nos joroba o hacen mal, ¿no? También estaría bien que aprendiéramos a recibir esa gratitud, que tampoco suele ser fácil.

Los sanitarios son personas como tú y como yo que han decidido ayudar a los demás. Tienen sus días buenos y días malos, como todos, pero a pesar de todo están donde tienen que estar, y yo, desde luego, no me he encontrado con nadie desagradable, con un mal comentario o bordería. No todos serán así, como en ningún trabajo; será que yo he tenido suerte 🙂

Ahora me toca a mí daros las gracias:

  • Gracias por tratarme bien y con una sonrisa.
  • Por permitirme daros las gracias después.
  • Por la paciencia cuando estoy post-crítica y darme tiempo para recuperarme.
  • Por entender que no quiero estar ahí ni ir al hospital (ya sé que a veces no depende de vosotros)
  • Por el respeto que mostráis, al menos en el momento 🙂
  • Por la profesionalidad y hacer lo que tenéis que hacer aunque seguro que hay días que no os apetece nada.
  • Por mantenerme o ayudarme a mantenerme tranquila a pesar de que en esos momento me encuentro mal, estoy triste y sobre todo, no tengo ni idea de lo que pasa
  • Por haberme rellenado huecos y haberme contado esa parte que me he perdido y que tanta rabia me da
  • Por, a pesar de la vergüenza que siento, ayudarme a no preocuparme por eso. Lo de la vergüenza es curioso porque sé que no hay motivo (peores cosas habrán visto) y yo también estoy acostumbrada a ver determinadas cosas y la vulnerabilidad de la gente, pero aún así, cuesta. Estando en Atlanta tuve una crisis delante de una amiga y pasado el momento malo, nos reíamos de la crisis. Ella procuraba rellenarme todos los huecos que podía y en un momento de risas, me dijo: “Ana, es que te pones muy fea”. Lo que pudimos reírnos del tema y por eso se lo agradezco tanto. Reírme de la situación y no añadir más drama ayuda, y qué mejor manera de reírme de lo que más vergüenza me da. Vulnerable…. a tope. Vergüenza por la pinta que tengo… también, pero reírse de eso es la mejor terapia.
  • Por explicarme una y otra vez lo que ha pasado, porque se me olvida cada 2 minutos.
  • Solo quiero añadir que lo que hacéis es importante, y que estoy segura de que no soy la única a la que con vuestra actitud y profesionalidad habéis ayudado a pasar el mal trago mucho más fácil. Gracias por todo. Esperemos que no haga falta que nos veamos en esas circunstancias, pero si hiciera falta, os lo seguiría agradeciendo como pueda.

 

Yo he hecho, durante unos cuantos años, muchas guardias en ambulancia pero hace ya muchos años, así que he decidido preguntar a 3 amigos y pedirles que nos cuenten su experiencia. 3 personas de corazón enorme que han decidido dedicar su vida profesional a eso.

Primero les pregunté qué era lo más bonito de su trabajo: los tres, de una manera o de otra, estaban de acuerdo… sin duda, ayudar a la gente. Ser conscientes de la satisfacción y tranquilidad que genera en aquellos a los que ayudan.

Les pregunté si había algo que les gustaría que la gente supiera. Uno me contestó que le da un poco de pena que la gente crea que lo de la sirena es por saltarse semáforos, ir a por comida etc… Se toman su trabajo en serio y les da un poco de pena que no se vea así a veces. Otro aprovechó para recordarnos a todos que nadie se levanta por la mañana pensando que va a necesitar una ambulancia, y que no está de más recordar que nos puede pasar a cualquiera. Esta pregunta estaba un poco relacionada con la siguiente; les pedí que compartieran con todos lo que más les cuesta de su trabajo. Para todos es esa sensación de que la gente no sabe lo que hacen, y a veces se abusa un poco del servicio. Son conscientes de que es difícil que sepamos lo que hacen hasta que nos toca… y lo entienden, pero es una pena que a veces no se les respete como se merecen

Otra respuesta en la que estuvieron todos de acuerdo: lo más duro, sin duda, cuando tienen que trabajar con niños o personas jóvenes. Resultan situaciones muy emotivas para ellos también, y muchas veces no consiguen ir a casa sin llevarse ese dolor con ellos.

 

Pues aquí lo dejo por hoy. Espero que os ayude a apreciar un poquito más a ese grupo de gente que ha dedicado su vida a ayudarnos. A mí me hace ilusión saber que hay mucha gente buena por ahí… Podemos sentirnos agradecidos si no necesitamos de su ayuda, pero en caso de que la necesitáramos, tampoco estaría de más sentir esa gratitud 🙂

Como siempre, un abrazo enorme a todos y a seguir, pasito a pasito, hacia adelante 🙂

Ana

About This Author

Al terminar mi cuarto año de medicina tuve mi primer contacto con la quiropráctica, y al profundizar en su conocimiento encontré un nuevo sentido a todo.

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