¿Te cabreas a veces?

  • 30 marzo 2016

Hoy me he levantado de mala gaita. A parte de la sensación desagradable de estar de mal humor, me he frustrado porque realmente no había, aparentemente, ningún motivo para sentirme así. No me había dado tiempo a que me pasara absolutamente nada que justificara esa sensación, lo que en sí me ha generado la frustración.

 

He decidido aplicar y recordar lo que tan bien sé, al menos de cabeza. He decidido simplemente observar la sensación, centrarme en la respiración y no apegarme al sentimiento. Eso supone no juzgarlo, no intentar justificarlo y sobre todo, no intentar culparme ni a mí ni a nadie más por lo que me estaba pasando.

 

Fácil no ha resultado: me venían todo tipo de pensamientos a la cabeza. Sin quererlo, me venían razones por las que pudiera estar enfadada: las cosas que hacen los demás que no me gustan, alguna que otra cosa que tengo por hacer y sigo posponiendo, situaciones que he vivido estos días y un larguísimo etc. El trabajo ha consistido en dejarlas pasar. “Oía” el pensamiento en la cabeza y procuraba dejarlo marchar.

 

En otro tipo de situaciones, como la tristeza y el dolor, me resulta mucho más fácil. Con la ira me cuesta mucho más porque me vienen los “deberías”. Debería ser capaz de darle la vuelta, debería ser capaz de centrarme en la respiración, debería ser capaz de controlar lo que siento… y por supuesto, los “no debería”: no debería sentir ira, no debería culparme por ello, no debería sentir la frustración que me genera no controlar la ira, no debería echar balones fuera etc…

 

Pasadas ciertas horas seguía con ese nudo de rabia, aunque al menos era capaz de observarlo desde fuera, y era capaz de reírme al respecto. En ningún momento he sido capaz de convertirlo en algo positivo, pero creo sinceramente que no era el objetivo. De lo que sí me he dado cuenta es de que al principio he buscado maneras de taparlo.

  • primero al mirar por la ventana y darme cuenta de que hacía un día precioso. Efectivamente hacía un día precioso, pero no es que no haya sido suficiente para darle la vuelta a la sensación… es que me he dado cuenta de que estaba intentando que desapareciera…
  • luego se lo he comentado a un par de personas. ¿Os pasa esto también? Al sentir que a los demás también les pasa, me he dado cuenta de que esa sensación bajaba un poco. Una vez más, estaba intentando evitar la situación… sentir que soy como los demás, que hasta está justificado porque os pasa a los demás también…
  • luego tenía mi clase de Yoga de los miércoles. Tenía la esperanza de poder darle la vuelta a través del yoga y la meditación, pero gracias a un gran profesor, he recordado que el objetivo del Yoga no es sentirme bien, sino ser consciente.

 

Tenemos una idea preconcebida de que no hay que sentir determinadas emociones. Que nuestro trabajo es tapar o eliminar lo que consideramos sensaciones negativas. Creo que no va por ahí… Creo que tenemos que tener el valor de sentirlas y no actuar a pesar de esa emoción. No buscar nada que lo “arregle” sino aceptar que están. Y punto. Son parte de la vida y bloqueando solo nos hacemos más daño.

 

Primera lección del día para mí:

  • las sensaciones negativas son parte de la vida y el objetivo no es taparlas y añadir bueno para no sentirlas, sino ser capaz de observarlas. ¿Cómo? Localízalas en una parte de tu cuerpo. La ira estaba claramente en la boca del estómago. Intenta describirla lo mejor que puedas: ¿le asocias un dolor? ¿cómo la percibes? En mi caso no tenía color concreto pero era como un nudo en la boca del estómago. Hago esto porque si soy capaz de observar o ver algo, me recuerda que es algo que no soy yo, que no es parte de mí… piénsalo: si estás viendo un árbol es porque es un objeto que está fuera de ti… con las emociones, lo mismo.

La siguiente vez que sientas algo que no te gusta, inténtalo. No es fácil, y todos tenemos nuestro punto más débil. Procura no echar balones fuera, no culpes a nadie, no intentes entenderlo y simplemente obsérvalo. Dale un color, localízalo en una parte de tu cuerpo y describe la sensación. Ayúdate de la respiración para dejar de racionalizar. Si te centras en cómo respiras, como entra el aire, como se mueve tu pecho, y como sale el aire, aunque sea en esos segundos, dejas de pensar.

 

Segunda lección:

  • estoy llena de “debería” y de “no deberías”. Me he sentado un rato y he escrito todos los deberías y no deberías que tengo… lista larguísima. Y ¿por qué lo he hecho? Porque todo lo que debería o no debería hacer o ser me aleja de lo que SÍ soy. Me impide aceptarme como soy y me bloquea. ¿Desde cuándo cambiamos por saber lo que deberíamos o no deberíamos ser o hacer? Yo al menos nunca. El cambio viene de otro lado… de la observación y sobre todo de la observación de lo que YA hay.

Te invito a que hagas la prueba. Escribe dos columnas. Una para el debería y otra para el NO debería. Siéntate tranquilamente un buen rato y escribe. Deja que salgan las ideas sin juzgarlas y sin pensar demasiado. Haz lo que se llama una “tormenta de ideas”. Simplemente escríbelas.

¿Sabes de dónde vienen esas ideas? De nuestros padres, de nuestros profesores, amigos, familiares y por supuesto de nuestras propias expectativas de lo que nosotros mismos y la vida debiera ser…

 

Os invito a que probéis los dos ejercicios. No es fácil. Es mucho más fácil explotar, echar la culpa a otra persona, culparnos a nosotros mismos o hacer como que no está… Creo que no se trata de elegir lo más fácil sino de, poquito a poco, hacer lo que más nos conviene. Eso sí, poquito a poquito.

About This Author

Al terminar mi cuarto año de medicina tuve mi primer contacto con la quiropráctica, y al profundizar en su conocimiento encontré un nuevo sentido a todo.

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