Los ángeles existen, y yo conozco uno

  • 31 julio 2015

No hace mucho tiempo compartí con todos vosotros la historia de Elene.  Un bebe que nació con algunos problemas y que ha luchado durante meses por vivir, por disfrutar del amor de su madre, de su padre, de sus abuelos y de su hermano gemelo.

Un bebe, que por lo menos a mí, ha sido capaz de inspirarme a sacar la mejor versión de mí misma y me ha dado la oportunidad de ver lo que el amor de sus padres es capaz de hacer, y de sentir cómo hay muchísimas cosas que no somos capaces de ver ni de explicar, pero que están ahí.

Elene nos dejó el domingo pasado. Una vida corta si la contamos en años, pero muy larga y vivida intensamente si la contamos en experiencias y en el legado que deja detrás de sí.

Elene nos ha dejado a todos distintos de lo que éramos antes. A los familiares, a los amigos y a los que por pura «coincidencia» o quien sabe, por algo más, tuvimos la suerte de conocerle.

Elene luchaba por cada aliento, como cualquier bebé vivía el presente como lo que es, un regalo, y no pensaba más allá de lo que estaba viviendo: el amor de su madre, el de su padre, el de sus abuelos, los intentos de los profesionales porque avanzara y sin duda, con las mejores intenciones y las visitas de aquellos que como yo, creíamos que con nuestra aportación, podíamos ayudarle aunque fuera un poquito.

Mi mensaje para ese angelito:

Elene, hoy quiero darte las gracias por permitirme conocerte, por permitirme conocer a tu familia y sobre todo, por permitirme acercarme, ajustarte y mimarte lo que pude. Sé que sabes que hemos hecho todo lo que hemos podido, y cómo dijo tu Ama el otro día, fuiste tú la que decidiste irte. Ya estabas cansada y sentiste que no había que luchar más. Quiero que sepas que todavía te sentimos cerca.

Tu Ama, al verme el otro día, me dijo que le recordaba a ti. Espero ser capaz de recordarle a tus Aitas y al resto de personas que te quieren con locura, el impacto que has tenido en todos nosotros. 

Yo soy creyente. No se si creo en el Dios católico o en qué, pero siento que hay algo mucho más grande que todos nosotros que hace que estas cosas tengan su sentido. Muchas cosas no se entienden ni las vemos, tampoco vemos el aire que respiramos cada segundo, pero sabemos que está.

No digo que tengamos que alegrarnos ante estas cosas, pero me temo que buscarle el sentido tampoco nos va a ayudar. Creo que va más por aceptar lo que hay. Aceptar que la vida viene con grandes alegrías y con grandes tristezas, y que esa misma dualidad, lo veamos o no, está en cada día que vivimos. Nuestra única opción y nuestro consuelo tal vez esté en vivir las cosas como lo que son, sabiendo que lo bueno pasa, pero lo malo también.

Una gacela no entiende por qué un león tiene que comer, como animal es posible que ni se lo plantee, pero nosotros, gracias a nuestra conciencia, sabemos que es parte de la vida e incluso necesario para mantener un cierto equilibrio. No todo pueden ser gacelas, ni tampoco pueden ser todo leones.

Aunque ellos no lo entiendan, la naturaleza tiende a crear un equilibrio. Nosotros tampoco entendemos como un angelito como Elene se ha ido antes de cumplir el año y personas crueles y egoístas llegan a los 90. No sé si alguna vez llegaremos a entenderlo, la verdad.

Recuerdo un día que estaba viendo la tele con mi abuelo (tendría unos 90 años). De repente en el telediario sacaron las imágenes del funeral de una chica joven. Creo recordar que el funeral de la Princesa Diana. Aquel momento me impactó porque ví lágrimas en los ojos de mi abuelo. El no sentía un cariño especial por el personaje, pero como compartió conmigo después, lloraba porque el debería ser el que muriera y no las personas jóvenes.

Si, la verdad es que sería lo ideal y lo más lógico, pero desgraciadamente no depende de nosotros. La vida no es necesariamente justa, pero de cualquier manera, es un regalo. Como me decía la madre de Elene con la fuerza que solo una madre tiene: «volvería a vivir cada minuto que he vivido».

Os dejo con un texto que en su día compartieron conmigo y que me ofreció un cierto consuelo.

 

NO HAY MUERTE

«Estoy de pie, a la orilla del mar.
A mi lado, una lancha abre sus velas
a la brisa matutina y parte hacia el gran océano.
Esa lancha es un conjunto de hermosura y fortaleza.

Me quedo observándola por algún tiempo
hasta que al final parece ser tan solo
un punto blanco que se confunde con las nubes,
allá donde el mar y el cielo se encuentran.
Entonces, alguien se me acerca y dice «ya se fue»
Y yo respondo:
«No se fue, lo perdimos de vista, eso es todo.
Pero sigue siendo hermosa y fuerte,
como era cuando estaba a nuestro lado.
Su tamaño disminuido está,
pero solo ante nuestros ojos».
Y en el preciso momento en que alguien me dice:
«Ya se fue»,
hay muchos ojos más allá
que lo ven llegar y muchas voces
que jubilosamente exclaman:
«¡Ya llegó!»
A ese instante, lo llamamos:
MORIR»

Este post se lo dedico a Elene. Un ángel.

About This Author

Al terminar mi cuarto año de medicina tuve mi primer contacto con la quiropráctica, y al profundizar en su conocimiento encontré un nuevo sentido a todo.

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